jueves, 20 de noviembre de 2014

monologo de isabel viendo llover en macondo

Era un domingo que parecía no iba a llover, a pesar que la noche anterior lo advertía. En la mañana estaba despejado y el sol radiante, pero de pronto llegaron grandes nubes trayendo consigo vientos que barrieron en una amplia vuelta el polvo que voltearon de lado a lado los árboles. Alguien dijo junto a mí: "Es viento de agua". Y yo lo sabía desde antes.
Los hombres corrieron hacia las casas vecinas con una mano en el sombrero y un pañuelo en la otra, protegiéndose del viento y la polvareda. Entonces llovió. Y el cielo fue una sustancia gelatinosa y gris que estaba al nivel de nuestras cabezas. Poco a poco el suelo y la tierra se humedeció formando charcos de lodo.
Al mediodía cesó la lluvia y se podía ver el vapor que flotaba por el ambiente. Pero luego llovió durante toda la tarde.
Contemplaba el jardín. La tierra parda se había convertido durante la noche en una substancia oscura y pastosa, un chorro de agua comenzaba a correr por entre las macetas.
El ambiente seguía con una especie de cortina que no permitía una gran visibilidad hasta que todo se fue oscureciendo. Todo el lunes también llovió pero distinto, Había en la gente un gesto de tristeza y aburrimiento, sus ropas húmedas y pegadas al cuerpo a pesar de cubrirse con paraguas, los cabellos escurridos los secaban con pañuelos secos que aun no se mojaban.
Era difícil precisar la hora sin ayuda de un reloj, no había cambio de luz, ni cambio de color, todo estaba en tonos grises ni sombras intensas, todo estaba difuso. El martes amaneció una vaca en el jardín. Estaba inmovil dura y rebelde, hundidas las pezuñas en el barro y la cabeza doblegada. Trataron de ahuyentarla con palos y ladrillos, pero la vaca permaneció i en el jardín, dura, todavía las pezuñas hundidas en el barro y la enorme cabeza humillada por la lluvia. Ya no veíamos sino el contorno de los árboles en la niebla, en un atardecer triste. Solo la vaca se movió en la tarde; de pronto las pezuñas se hundieron en el barro con mayor fuerza, entonces dobló las patas delanteras, hundió la cabeza en el lodo quedando muerta.
Fue tanto la turbación y confusión que así pasaron los días, sin saber si era tarde o de mañana, hasta que me di cuenta que ya tenía el agua hasta los pies. Toda la gente iba de un lugar a otro levantando sus cosas para evitar que se les mojaran. Todo esto pasó como un sueño, como la bruma dispersa.

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